El Avestruz era un Cerdo
Algunos hombres y yo
nos subimos en el autobús
hazia la ziudad
Nos akompaña un crío de
corta edad .
Decididos y sin miedo por la rabia ,
absorvidos por el dolor de la
represión a nuestros familiares
y a nosotros mismos ,
cargamos las dos pistolas que
teníamos y le
llenamos la barriga
de las 5 balas que le cabían .
Ajustiziaríamos a aquel
bastardo que desde la
distancia y desde el
rincón akomodado de su
despacho ,
señalaba objetivos kon muerte
de gente inozente que
corría con una bara
detrás de las bacas .
Tardamos unas tres horas
en hazer aquel recorrido
de treinta kilómetros ,
Planeábamos sin reírnos
cómo sería la cacería
del avestruz.
Al bajar en la estazión
nos mimetizamos con el
bullizio
que destinaría su tiempo
en la compra de patatas
y cemento ,
o que visitaría la
ofizina de algún abogado
con la esperanza inútil
de no perder sus tierras ,
en manos del faszista ,
el gobierno faszista
Cuando hubimos de
desviarnos de las calles
prinzipales ,
bajamos el barrio de
armadores ,
unas cuestas muy pronunziadas
entre humildes casas
de trabajadores del mar
y la sidelúrgika ,
campesinos muchos ellos también .
Los aledaños de la
ciudad eran inmensamente
pobres
y el espíritu de la
aldea rezumaba de cada portal .
Antes de tornar
la curva del caserío
del señor avestruz
,corrimos al crío que nos
seguía ,
que había kedado huérfano
y a merced de nosotros
los soviétikos .
El chaval se revelaba
e insistía en akompañarnos
a la venganza ,
tuvimos ke emplear
la grosería e inkluso los
bofetones para dejarlo
en un pilón cercano
con yugo y flechas.
Una vez sólos
saltamos la verja y
nos introduzimos no eido .
Casi llegando a la
parte trasera
de la casa rugió un perro
lo bastante grande como
para auyentar al crío
(pero nó a nosotros)
que gastamos una bala
en el estómago del can .
Éste disparo alertó
a alguien dentro de la
casa ,
porke eskuchábamos tropiezos
nerviosos en muebles
Por nuestra sorpresa ,.
y presos del pániko
por la alerta produzida ,
salió el avestruz por
la puerta .
Atónitos lo encañonamos
y le hizimos entrar
hasta el pasillo .
Fermín le agarró por los
pelos y lo arrastró
hasta la cocina .
Chillaba como un cerdo
y dezidimos para nosotros
mismos e individualmente
cambiarle el mote de
avestruz por el de cerdo de mierda.
A sopapos le hizimos
memoria kolectiva ,
el cerdo no hablaba ,
y patadas y culetazos
calleron sobre su mortal cara
hasta hazerle sangrar .
Le propusimos
como buenos soviétikos
que nos hiziera entrega
de las armas de la casa.
Arrastrándose levantaba un dedo
hazia el salón y
allí fuimos con él
deslizámdolo por azulejos
portugueses pagados con la
sangre de nuestros padres.
Notamos al crío a nuestras
espaldas
bajo el dintel de la puerta.
No teníamos elección y le
dejamos pasar ,
kon la kondizión de que
se estuviera kieto ,
Una vez nos hizimos con
las armas dimos media vuelta
y lo dejamos
tirado en el salón
ensangrentado el cerdo
con síntomas de taquikardia .
Salimos al patio con el crío
cojido de mi mano .
Casi antes de llegar
denuevo a la cancilla
escuchamos el chaskido
de una ametralladora .
Ráfagas azarosas nos
cogieron por la espalda
, y alcanzaron al
crío en la cabeza.
Su kuerpo yacía inerte
en el suelo ,
desdichado de sí mismo
y atraído hazia la muerte
y la mala suerte .
Corrimos a la calle
dejando su juventud
tirada en un reguero ,
logrando de eskapar
y salvar nuestras vidas
que al fin y al cabo
era lo ke nos kedaba .
Subimos el barrio
entre cercas y silveiras ,
desperdigados cadauno
buscado su fuga personal
para volver a enkontrarnos
en la estazión.
Desde akel momento
y cada uno en sus casas
ahora konvertidas
en partidas hazia
el monte ,
no volvimos a vernos más
, y la persecución se
hizo más feroz .
Y cuando dormíamos a
duras penas entre
toxeiras y tobales ,
por separado
nos acordaríamos de
aquel crío en las
duras mañanas del invierno
para el resto de
nuestras vidas .
nos subimos en el autobús
hazia la ziudad
Nos akompaña un crío de
corta edad .
Decididos y sin miedo por la rabia ,
absorvidos por el dolor de la
represión a nuestros familiares
y a nosotros mismos ,
cargamos las dos pistolas que
teníamos y le
llenamos la barriga
de las 5 balas que le cabían .
Ajustiziaríamos a aquel
bastardo que desde la
distancia y desde el
rincón akomodado de su
despacho ,
señalaba objetivos kon muerte
de gente inozente que
corría con una bara
detrás de las bacas .
Tardamos unas tres horas
en hazer aquel recorrido
de treinta kilómetros ,
Planeábamos sin reírnos
cómo sería la cacería
del avestruz.
Al bajar en la estazión
nos mimetizamos con el
bullizio
que destinaría su tiempo
en la compra de patatas
y cemento ,
o que visitaría la
ofizina de algún abogado
con la esperanza inútil
de no perder sus tierras ,
en manos del faszista ,
el gobierno faszista
Cuando hubimos de
desviarnos de las calles
prinzipales ,
bajamos el barrio de
armadores ,
unas cuestas muy pronunziadas
entre humildes casas
de trabajadores del mar
y la sidelúrgika ,
campesinos muchos ellos también .
Los aledaños de la
ciudad eran inmensamente
pobres
y el espíritu de la
aldea rezumaba de cada portal .
Antes de tornar
la curva del caserío
del señor avestruz
,corrimos al crío que nos
seguía ,
que había kedado huérfano
y a merced de nosotros
los soviétikos .
El chaval se revelaba
e insistía en akompañarnos
a la venganza ,
tuvimos ke emplear
la grosería e inkluso los
bofetones para dejarlo
en un pilón cercano
con yugo y flechas.
Una vez sólos
saltamos la verja y
nos introduzimos no eido .
Casi llegando a la
parte trasera
de la casa rugió un perro
lo bastante grande como
para auyentar al crío
(pero nó a nosotros)
que gastamos una bala
en el estómago del can .
Éste disparo alertó
a alguien dentro de la
casa ,
porke eskuchábamos tropiezos
nerviosos en muebles
Por nuestra sorpresa ,.
y presos del pániko
por la alerta produzida ,
salió el avestruz por
la puerta .
Atónitos lo encañonamos
y le hizimos entrar
hasta el pasillo .
Fermín le agarró por los
pelos y lo arrastró
hasta la cocina .
Chillaba como un cerdo
y dezidimos para nosotros
mismos e individualmente
cambiarle el mote de
avestruz por el de cerdo de mierda.
A sopapos le hizimos
memoria kolectiva ,
el cerdo no hablaba ,
y patadas y culetazos
calleron sobre su mortal cara
hasta hazerle sangrar .
Le propusimos
como buenos soviétikos
que nos hiziera entrega
de las armas de la casa.
Arrastrándose levantaba un dedo
hazia el salón y
allí fuimos con él
deslizámdolo por azulejos
portugueses pagados con la
sangre de nuestros padres.
Notamos al crío a nuestras
espaldas
bajo el dintel de la puerta.
No teníamos elección y le
dejamos pasar ,
kon la kondizión de que
se estuviera kieto ,
Una vez nos hizimos con
las armas dimos media vuelta
y lo dejamos
tirado en el salón
ensangrentado el cerdo
con síntomas de taquikardia .
Salimos al patio con el crío
cojido de mi mano .
Casi antes de llegar
denuevo a la cancilla
escuchamos el chaskido
de una ametralladora .
Ráfagas azarosas nos
cogieron por la espalda
, y alcanzaron al
crío en la cabeza.
Su kuerpo yacía inerte
en el suelo ,
desdichado de sí mismo
y atraído hazia la muerte
y la mala suerte .
Corrimos a la calle
dejando su juventud
tirada en un reguero ,
logrando de eskapar
y salvar nuestras vidas
que al fin y al cabo
era lo ke nos kedaba .
Subimos el barrio
entre cercas y silveiras ,
desperdigados cadauno
buscado su fuga personal
para volver a enkontrarnos
en la estazión.
Desde akel momento
y cada uno en sus casas
ahora konvertidas
en partidas hazia
el monte ,
no volvimos a vernos más
, y la persecución se
hizo más feroz .
Y cuando dormíamos a
duras penas entre
toxeiras y tobales ,
por separado
nos acordaríamos de
aquel crío en las
duras mañanas del invierno
para el resto de
nuestras vidas .
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